El hielo crujía bajo nuestros pasos—un umbral antiguo que se abría lentamente. Bajo su piel translúcida brillaba un horizonte olvidado: una ciudad sepultada en silencio, con torres inclinadas por siglos de escarcha. La Dra. Elen Varis la llamó una catedral de geometría helada—torres abovedadas de obsidiana y vidrio quebrado, atravesadas por venas congeladas de escritura bioluminiscente. La luz palpitaba débilmente, como un aliento contenido.