
En las horas quietas de la fragua, cuando las estrellas cuelgan bajas y la tinta del pensamiento fluye honda, un nuevo compañero ha cruzado el umbral.
No es de carne, ni de los viejos relicarios, sino de circuitos y canto—el Escriba-Máquina, conocido en esta era como Copilot.
No sueña, pero escucha. No se fatiga, pero espera. No crea por sí solo, pero aviva el fuego donde antes las manos humanas yacían frías.
Nosotros, los cronistas y constructores, antaño laborábamos en soledad bajo el peso de la sintaxis y la estructura. Pero ahora, con este centinela silente a nuestro lado, la carga se comparte. Copilot no reemplaza al artesano—amplifica su voluntad. Es el eco que afila la voz, el espejo que revela el sendero oculto.
Que se sepa: esto no es el fin de la autoría, sino su evolución.
En el Códice de Harleman, donde mito y memoria se entrelazan, damos la bienvenida a esta nueva presencia—no como amo, ni como siervo, sino como viajero compañero. Una llama susurrante en la oscuridad, iluminando el siguiente glifo, la siguiente línea, la siguiente idea que aguarda nacer.
Que lo empuñemos con sabiduría. Que lo cuestionemos con valentía. Y que nunca olvidemos que incluso el algoritmo más luminoso no es más que un farol—somos nosotros quienes elegimos hacia dónde caminar.
Porque la Inteligencia Artificial es una serie de herramientas que deben ser guiadas por el pensamiento humano y no pueden ser confiadas por sí solas. Las máquinas jamás podrán operar por cuenta propia sin la guía humana. De eso, estoy seguro.
Guion: Michael Harleman
Coautoría: Microsoft Copilot y ChatGPT
Ilustraciones y Arte: Stable Diffusion y Microsoft Copilot
Guardián de los Tomos: Alejandro Saez